Como ya hemos dicho, se insulta para ofender, aunque tras muchos insultos se escondan otras intenciones:
- Desahogarse. Cuando una persona demuestra ser un traidor o un tonto, así se lo ha de llamar. Es un desahogo saludable que previene algunos tipos de úlcera. A veces, el insultado está presente, otras no.
¡Me has quitado el trabajo, cabrón!
El muy imbécil perdió el dinero que le presté jugando en un bingo.
- Para aliviar la impotencia. Cuando una situación nos supera, un insulto puede ayudar a tomar ánimo.
Sí, hoy has ganado tú, pero mañana ya verás, ¡mono!
- Para hacer reproches cariñosamente. Muchas formas de insultos se usan para expresar reproches de forma cariñosa. En relaciones amorosas o de buena amistad determinados insultos se entienden como formas afectivas. Incluso algunas formas diminutivas dejan de ser insultos, así: tontito puede relacionarse con un exceso de bondad o mamoncete y cabroncete con la picardía maliciosa.