Algunos comportamientos que pecan de exceso se nombran con términos en los que aparece el sufijo -on, veamos algunos:
Criticón se refiere a personas que solo saben hablar de los demás para criticar.
No seas tan criticón, nadie es perfecto.
En cambio, a alguien peleón es fácil provocarlo para que discuta.
Cálmate, ¡peleón!; yo solo te he dicho que no sabes aparcar.
A algunas personas les gusta mandar cosas a los demás; para calificarlos se utiliza mandón o sargento popular.
No seas tan mandona; yo no te digo lo que tú tienes que hacer.
Alguien que come mucho, sin medida, es un tragón o un tragaldabas , ambos términos son del registro popular.
No pudimos probar ni un canapé; el muy tragón se los comió todos.
Llorón se aplica a los bebés que lloran mucho.
De pequeño tú eras bastante llorón, pero tu hermano no lloraba nunca.
Lloricón y llorica , en cambio, califican a los niños que utilizan el llanto para salirse con la suya: que les compren regalos, no comer lo que no les apetece…
Te compraré la bici, pero no seas lloricón.
A un niño pequeño (bebés) que usa pañales se le puede llamar cariñosamente meón o cagón, aunque estos términos dirigidos a adultos sí pueden ser muy ofensivos.
El meón este nos ha hecho parar cinco veces; no llegaremos a Zaragoza ni mañana.